En el Prólogo de este libro Murakami comenta que desde que empezó a escribir en 1979 ha alternado con bastante constancia entre escribir novelas y escribir cuentos. Nunca escribe cuentos mientras escribe una novela y a la inversa.
Este libro es una colección de relatos cortos sacada desde hace mucho tiempo en los que el escritor japonés con su forma tan personal nos da una muestra inmejorable de su narración con ese lenguaje tan sencillo haciéndonos sentir que aquello que nos cuenta no está escrito sino que está sucediendo en el acto.
Algunos de los protagonistas de estas historias queden sumidos en una misteriosa melancolía, como si adivinaran en un gesto imprevisto el lado oscuro, o tal vez mágico, que esconden los comportamientos cotidianos. Algunos, como el protagonista de El séptimo hombre, intenta superar muchos años después, la pérdida de su mejor amigo, ocurrida en la infancia; otros sienten el impulso de pasear por el zoológico los días en que sopla un fuerte viento.
Este libro es una colección de relatos cortos sacada desde hace mucho tiempo en los que el escritor japonés con su forma tan personal nos da una muestra inmejorable de su narración con ese lenguaje tan sencillo haciéndonos sentir que aquello que nos cuenta no está escrito sino que está sucediendo en el acto.
Algunos de los protagonistas de estas historias queden sumidos en una misteriosa melancolía, como si adivinaran en un gesto imprevisto el lado oscuro, o tal vez mágico, que esconden los comportamientos cotidianos. Algunos, como el protagonista de El séptimo hombre, intenta superar muchos años después, la pérdida de su mejor amigo, ocurrida en la infancia; otros sienten el impulso de pasear por el zoológico los días en que sopla un fuerte viento.
Preparar la comida puede ser una excusa perfecta para desentenderse de los problemas de los demás, como en El año de los espaguetis, pero a veces es la realidad la que se impone, como la madre que en Hanalai Bay acude a recoger el cadáver de su hijo surfista tras morir atacado por un tiburón.
Murakami introduce en estos relatos no sólo elementos fantásticos y oníricos, donde mezcla con calculada ambigüedad el sueño y la vigilia, sino que echa mano de referentes como el jazz, o permite que los cuervos hablen y los chimpancés sean criminales. Pero, sobre todo, crea personajes inolvidables, enfrentados al dolor, al amor, a la sexualidad, rendidos ante la belleza, o necesitados de afecto, que, en su vulnerabilidad, aparecen como nuestros semejantes, nuestros contemporáneos.
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